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El Número 100 de Tito Puente

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Fuente: Agencia EFE. Por: Ruth Hernández Beltrán

El nombre de Tito Puente evoca a los aficionados largas noches de baile en el Palladium de Nueva York al ritmo de música cubana del mambo, el chachachá, el son montuno o la pachanga, que llevó alrededor del mundo e inmortalizó en más de 100 discos.

Su muerte en el 2000 dejó a los latinos sin su rey, porque los reyes no sólo están en los palacios. Solo le faltó plantar en la luna sus timbales.

“Poco antes de morir le preguntaron a Tito qué le faltaba (por hacer) y dijo ‘tocar en la luna'”, recordó entre risas en entrevista con EFE su gran amigo Joe Conzo, biógrafo del artista, con quien mantuvo una amistad por cerca de 50 años, que plasmó en el libro, junto a David A. Pérez “Mambo diablo: mi viaje con Tito Puente” (2012).

Puente era llamado el “rey del timbal” pero tocaba varios instrumentos, entre ellos el piano, batería y trompeta, fue arreglista, director de orquesta y compositor. Tal vez su tema más popular sea el inolvidable “Oye como va” que el guitarrista Carlos Santana convirtió en éxito en la década del ’70.

“Tito era un músico completo, fue el primero que tocó el vibráfono en la música latina, que tocó para cuatro presidentes de Estados Unidos: Jimmy Carter, George Bush, Ronald Reagan y Bill Clinton”, destacó Conzo.

UN MUCHACHO DEL BARRIO

Ernesto Antonio Puente, hijo de inmigrantes puertorriqueños que se establecieron en el “Spanish Harlem” o “El Barrio” latino en el este de la ciudad, nació el 20 de abril de 1923 y fue en el barrio donde tuvo el primer contacto con la música latina que llevó como bandera.

Puente creció a pasos del Harlem, del otro lado de la Quinta Avenida, donde el jazz se paseaba a sus anchas, que fusionó con la música latina.

Desde pequeño mostró sus habilidades para la música, aunque quería ser bailarín, pero una lesión sufrida mientras corría en bicicleta dio un giro a su vida. A temprana edad comenzó a estudiar piano y tocar con bandas locales.

La II Guerra Mundial y su ingreso en la Marina le obligó a un paréntesis, y tras terminar el conflicto y ganar una medalla, se matriculó en la Escuela Julliard, entonces en Harlem, donde estudió arreglos de música, entre otras materias.

En 1948 formó su orquesta “Picadilly Boys” pero poco más tarde cambió su nombre a la Orquesta de Tito Puente, con la que llegó su primer gran éxito, el mambo “Abaniquito” (1949), tras el cual se escuchó “Ran Kan Kan” y “Babarabaiti en (1951) o “El rey del Timbal” (1959), y muchos más.

Durante la época dorada del mambo en Nueva York, cuando el género que llegó a través de músicos cubanos gozaba de su más alta popularidad en los años cincuenta y sesenta, Puente reinaba en el Palladium de la calle 53 y Broadway, donde compartía con las orquestas de otros grandes: el puertorriqueño Tito Rodríguez y el cubano Frank Grillo “Machito”.

En 1979 Puente, que ganó 5 Premios Grammy, llevó su música a Japón. En 1997 recibió la Medalla Nacional de las Artes, que se sumó a una larga lista de reconocimientos.

El artista, que nunca se olvidó de su origen, grabó 125 discos, lo que no incluye las colaboraciones, y compuso al menos mil canciones, señaló Conzo.

Colaboró con importantes músicos latinos y americanos, creó una beca para jóvenes talentosos sin recursos, y dio oportunidades a mujeres en su orquesta, entre ellas Sophy, Carmen Mirabal, Celia Cruz y La Lupe y grabó un disco de jazz latino con La India, señala Aurora Flores, que no olvida que su primera tarea para la Latin Magazine fue entrevistar al artista, con quien le unió desde entonces una gran amistad.

“Puente fue un muchacho que salió de El Barrio, de gente pobre, que se destacó en el mundo, que estableció el patrón de lo que debe ser una ‘big band’ y que escribió todo tipo de música, aunque la que más que le gustó fue la cubana”, dice la autora y especialista en música latina.

DAR PROTAGONISMO AL TIMBAL

Destaca que dio protagonismo al timbal sacándolo de la parte trasera de la orquesta y colocándolo hacia el frente del escenario y al tambor, llevándolo a un nivel que antes nadie había hecho. “Tito respetaba el tambor”, afirma.

El percusionista Johnny “Dandy” Rodríguez, que le conoció por cuatro décadas, asegura que ser parte de su orquesta “fue una escuela. Por ahí pasaron los mejores y se aprendía. Él llevó la música al mundo entero y eso es algo grande para un músico latino de El Barrio. Ganó respeto mundial para su nombre”.

“Era exigente a la hora de tocar, había que respetar la tarima, hacerlo bien. Fuera del escenario era el más humilde, le gustaba bromear y era el mejor amigo”, recordó. EFE

RECORDANDO LA MAGIA DE TITO PUENTE

Fuente: AARP. Por Ernesto Lechner

Para Gilberto Santa Rosa, el haber conocido a Tito Puente y tenido la oportunidad de compartir con el maestro tanto en el escenario como a nivel personal es una de esas experiencias que agradecerá siempre. Tantas décadas después, el cantante puertorriqueño —y estrella de la salsa contemporánea— todavía lo recuerda con emoción.

“Me enteré muy temprano en la vida de quién era el maestro Tito Puente”, dice Santa Rosa desde Miami. “Tito iba mucho a Puerto Rico, y a través de los años, desde que yo era niño, siempre lo veía por la televisión.  Rápidamente entendí su importancia en la música que nosotros hacemos como un innovador y sinónimo de virtuosismo. Un timbalero que también era arreglista y tocaba diferentes instrumentos. Me dije a mí mismo: este señor tiene que tener algo de otro mundo”.

Puente hubiera cumplido 100 años el 20 de abril. Nació en Nueva York, hijo de padres puertorriqueños, y se dedicó a la música y el baile desde pequeño. Luego de pasar tres años con la marina estadounidense durante la segunda guerra mundial, estudió música en la prestigiosa escuela Juilliard, donde aprendió teoría y orquestación.

Pero su instinto musical era mucho más certero y atrevido que cualquier contexto académico. Como buen neoyorquino de su generación, Puente se enamoró profundamente de dos vertientes paralelas: el jazz estadounidense y el fulgor de la música bailable cubana. Otros artistas ya estaban invertidos en la fusión de ambos formatos. Dizzy Gillespie con el conguero Chano Pozo crearon una de las primeras composiciones del Latin jazz con su fantasmagórica “Manteca” en 1947. Y la orquesta de Machito, en la que Puente tocó percusión antes de lanzarse como solista, ya transitaba ese rico territorio de la música que más tarde sería conocida como salsa.

Puente tenía ideas propias. Hasta ese momento, los timbales eran un simple engranaje en la percusión de la orquesta afrocaribeña. Tito los transportó al centro mismo del escenario, delante de todo, ocupando un lugar protagónico con sus solos pirotécnicos y llamativos pasos de baile. Además de ser un gran músico, era un showman, y a partir de la década del 50, dominó la escena neoyorquina del mambo y el cha cha chá.

“Estaré siempre agradecido de que mi camino musical se cruzó con el de Tito”, dice Oscar Hernández, líder de la Spanish Harlem Orchestra, que durante su adolescencia tocó el piano con Celia Cruz y Ray Barretto. “Tuve la fortuna de salir de gira con él. La gente dice que Duke Ellington y Count Basie eran grandes de la música. Para mí, Tito Puente, Machito y Tito Rodríguez no se quedan atrás en esa categoría. La música de Tito era muy innovadora, y era un maestro intérprete. No sólo era un gran percusionista; también tocaba vibráfono, piano y saxofón. Me acuerdo que estábamos en un concierto juntos, de repente me tocó el hombro para que me moviera, se sentó en el piano y empezó a tocar. Un músico brillante en todo el sentido de la palabra”.

Y a quien le gustaba pasarla bien.

“Íbamos a presentarnos en el Concierto de las Américas y casi todos los gobernantes del mundo estaban presentes”,  recuerda la percusionista Sheila E, hija del timbalero Pete Escovedo y ahijada de Puente. “Nosotros estábamos en los camerinos. Éramos yo, Tito, Celia Cruz, y creo que Cachao también. Había muchísimos artistas, y Tito me dijo algo sobre Celia justo antes de salir al escenario. Fue algo muy gracioso. Y te juro que no paraba de reírme. Lo que dijo fue inesperado y mi reacción fue ‘Wow’. Pero ellos eran mejores amigos. Él era muy divertido. Él era divertido”.

Al igual que Santa Rosa y Hernández, otros también agradecen el tutelaje del rey del timbal cuando comenzaban sus carreras.

“Tito fue un gran director de orquesta y un tremendo caballero”, me dijo Luis Camilo Argumedes ‘Azuquita’, el famoso cantante panameño, antes de su muerte en 2022. “Era muy serio en sus conceptos. Cuando grabamos juntos, siempre hablaba en voz alta y cualquiera hubiera creído que estaba enfogonado, o molesto. Y es que le gustaba que todo saliera a la perfección. ‘Vamos desde arriba otra vez, que esto tiene que salir bien’, les decía a sus músicos. El orgullo de trabajar con él le dio un empuje a mi carrera. La gente te ve de otra manera. Para haber grabado con Tito Puente, eso quiere decir que el hombre tiene sus quilates”.

Más allá de su genio para como instrumentalista y orquestador, Puente se convirtió en leyenda gracias a su asombrosa vigencia, y una curiosidad musical que le permitió compenetrarse con todas las modas del momento.

Durante la década del 60 grabó un sedoso disco de bossa nova. Cuando la explosión salsosa estalló en Nueva York de los 70, su estilo se volvió afiebrado y aguerrido, y hasta incorporó dejos de funk y elementos sinfónicos. En los años 80 hizo un golpe de timón con una serie de sabrosas sesiones de Latin jazz para el sello Concord. Y durante los años 90 adoptó con astucia una cierta suavidad de la salsa romántica. Cerró su carrera con un majestuoso LP —Masterpiece (2000)— junto a su colega, el pianista Eddie Palmieri.

Puente falleció el 1 de junio del 2000, a los 77 años. Sólo podemos imaginar todo lo que hubiera hecho músicalmente en la era del reggaetón, el dembow y el trap latino.

“Tito era como Celia Cruz; tú los conocías y te trataban como si hubieran sido amigos de toda la vida”, recuerda Santa Rosa. “Una vez me presenté en el Carnegie Hall, y después del show Tito apareció y se sentó con nosotros como si nada para hablar y compartir”.

“Una vez viajamos juntos de Puerto Rico a Nueva York. Mi transportación no había llegado todavía, al rato veo que se acerca una limusina y era él. Me preguntó si alguien venía a buscarme y le dije que estaba esperando. Hasta el día de hoy me arrepiento de no haberme ido con él. Ese podría haber ido el día de la gran conversación sobre temas musicales que nos quedó pendiente”.

CIEN AÑOS DE TITO PUENTE

Fuente: GladysPalmera.com Por: José Arteaga

Tito Puente fue conocido como “El rey del timbal”, y si hubiese sido sólo por ese apelativo habría pasado a la historia como una fenomenal intérprete, pionero en la popularidad de este instrumento, y como gran “influencer” de la música latina desde mediados de los años 50 del siglo XX. Pero resulta que Tito Puente fue mucho más que eso. Su música alcanzó niveles de creación e interpretación que difícilmente otros músicos en la historia han alcanzado. El marcó el mambo y el chachachá en los años 50, detonó las carreras de grandes voces como Celia Cruz y La Lupe en los 60, fue estrella del espectáculo y el show business en los 70, llevó el jazz latino a todo el mundo con su Ensemble en los 80, ganó todos los premios habidos y por haber en los 90, y se convirtió en símbolo de la música en el Siglo XXI.

Así como Pelé fue el rey del fútbol, Tito Puente fue el rey de la música latina. Y se codeó con la realeza, tocó para presidentes y papas en eventos privados, uno de sus discos está en la Biblioteca del Congreso señalado como uno de los más importantes de la historia, sus apariciones en The Muppets Show y Los Simpson lo convirtieron en icono para el público infantil, y algunas de sus canciones están en cámaras del tiempo viajando por el espacio junto a las de Louis Armstrong, Miles Davis, Elvis Presley y Los Beatles, como representación de lo que el ser humano es capaz de hacer armando de melodía, armonía y ritmo.

Su obra, representada por más de cien LPs y una cifra similar de 78s, 45s y discos de 10 pulgadas, está en Colección Gladys Palmera. Pero no es lo único, también tenemos fotografías, carteles, pinturas, bocetos de carátulas, entrevistas, libros, revistas, cintas, vídeos y grabaciones muy poco conocidas. Hoy queremos rendirle homenaje con este artículo acompañado por piezas únicas atesoradas en nuestros archivos. ¡God Save the King!

Para recordar quien fue en detalle, transcribimos aquí un fragmento del libro Oye Como Va: El mundo del jazz latino, de José Arteaga (La Esfera de los Libros, Madrid, 2003), que relata uno de los momentos vitales en la vida de Tito Puente y de la música latina en general: sus comienzos en la música y en el club de baile Palladium de Nueva York en los años 50, meca del mambo, donde Puente fue conocido como “El rey del timbal”.

LOS PICADILLY BOYS

…Ernest Anthony Puente Junior tenía en aquel entonces, 26 años. Había nacido en el East Harlem el 20 de abril de 1923. Era músico desde los seis, cuando sus padres, Ernesto y Ercilia le pagaban 25 centavos por lección a un profesor de piano. A los ocho solía cantar baladas y estándares de swing en la escuela y en las fiestas del barrio con su hermana Annie. A los 13 ya se sentaba ante una batería, pero a los 15 descubrió en la percusión de la Orquesta Casino de la Playa, que el camino que debía seguir era por ahí.

Lo curioso es que no lo hizo por lo que escuchó en la orquesta cubana, sino por lo que no oyó. La Casino de la Playa, heredera del sonido tipo jazz band habanero de la de los Hermanos Castro, carecía de timbales. Tenía en su lugar una conga y los bongoes, y a Puente le pareció que tal carencia bien podía aprovecharla él. Si a semejante sonido rítmico se le sumaba los timbales, su propia orquesta, de tenerla algún día, podía estar a la altura de las mejores. En los timbales estaba el secreto del éxito.

Con tal sueño en mente y dotado de una habilidad innata para el manejo de las baquetas y el golpe sobre los tambores, Ernest Puente salió del barrio en busca de trabajo. Corría el mes de diciembre de 1939 cuando se presentó para una audición en el Sindicato de Músicos de Nueva York. Lo escucharon, le abrieron una ficha y le dijeron que ya lo llamarían, pero para un músico recién llegado de La Habana, la audición no pasó desapercibida. José Curbelo quedó asombrado con el chico, pero como ya tenía baterista y un contrato con el club La Martinique, no le hizo ninguna oferta.

A mediados de 1940 Curbelo aceptó irse a trabajar tres meses en el Brook Club de Miami, en una orquesta que requería con urgencia un baterista. Curbelo le dijo al director que conocía un chico en Nueva York con un talento sin par y la premura del tiempo hizo el resto. Curbelo revisó su ficha en las oficinas del sindicato y fue en su busca hasta la calle 117. Allí lo halló, en una modesta casa de inquilinos y allí le ofreció un contrato para tocar en Miami. Cuando volvió, ya tenía un curriculum, unas referencias y una experiencia que le permitieron vincularse a la orquesta de Noro Morales. El pianista tocó con Puente para un cortometraje y lo llevó al Stork Club, donde fue descubierto por Machito y Mario Bauzá.

El chico genio del East Harlem entró casi de inmediato al staff de los Afrocubans en 1941, pero no lo hizo como baterista sino como timbalero. Llevaba un buen tiempo practicando los golpes adecuados, y por eso recayó en él la responsabilidad del ritmo profundo que Bauzá trataba de imprimirle a la banda cuando fue a realizar su larga y exitosa temporada en La Conga. Un año estuvo allí viendo desfilar por su lado a los mejores músicos de jazz y sonidos latinos del mundo. En ese año aprendió mucho más de lo que había soñado, aunque Bauzá siempre le insistía que una buena base académica era fundamental. Y en ese año vio llegar por primera vez una conga a una orquesta afrocubana en Nueva York, cuando grabó con Miguelito Valdés.

Pero ese año se fue muy rápido, porque con 18 años cumplidos y en plena efervescencia del conflicto armado mundial, acudió a prestar servicio militar en la Armada de los Estados Unidos. Tres años pasó a bordo de un portaviones en la guerra del Pacífico. Era corneta y en las largas y tensas horas de descanso aprendió a tocar el saxofón, aunque aún así le tocó vivir lo más cruento de la guerra. Combatió en las islas Salomón, en las islas Marshall, en el Pacífico Central, en el mar de Filipinas y en el golfo de Leyte hasta que cayó Japón. Regresó victorioso, condecorado y convertido en héroe, sano y salvo y con deseos de volver a tocar todo lo que llevaba por dentro.

Tenía trabajo, pues según la ley, los veteranos de guerra debían ser readmitidos en sus antiguos empleos. Pero cuando se presentó ante Machito, éste le dijo que el actual timbalero, Ubaldo Nieto, tenía cinco hijos que alimentar y que debía ser comprensivo con una situación así. Puente, a pesar de todos los golpes sufridos en el frente de batalla, sintió ese desengaño de manera muy honda. Se encerró en su casa y tras un par de semanas salió de su depresión con el Acta de Veteranos bajo el brazo para inscribirse en la Escuela de Altos Estudios Musicales, Juilliard y estudiar allí conducción, orquestación y teoría musical.

En 1946, cuando todavía estaba recibiendo clases, la orquesta de José Curbelo estaba tocando en el Bill Miller’s Riviera antes de dar su paso definitivo a las noches radiofónicas del China Doll. Como la amistad entre Puente y Curbelo se había mantenido a pesar del tiempo, el director llamó al veterano de guerra para que hiciera parte de la banda, sin que con ello descuidara sus estudios. Fue en ese reencuentro con la música y con Curbelo que Puente conoció a Tito Rodríguez, un cantante, sin duda, extraordinario, que bien podía ser una versión remozada de Miguelito Valdés por su estilo elegante y su prodigioso sentido del ritmo.

Pero la fuerte personalidad de Rodríguez no era del agrado de Curbelo. El director no quería estrellas en la banda, sólo trabajadores que supieran cumplir bien su papel y era evidente que el sonero puertorriqueño se robaba el show en cada presentación nocturna. Puente, en cambio, no se mostraba tanto ante el público, aunque tenía una influencia decisiva en la gran orquesta. Por recomendación de Curbelo se encargaba de los arreglos, sobre todo de las viejas rumbas gallegas que ahora necesitaban estar en tiempo afrocubano. Y de vez en cuando, incluía sus propias creaciones. Estas si para su lucimiento personal como Toca mi timbal.

De manera que no pasó mucho tiempo sin que saltaran los problemas entre el cantante y el director, y la cuerda se rompió por su lado más delgado. A mediados de 1947 Rodríguez fue despedido de la banda, mientras que Puente siguió en ella conformando un brillante trío de percusión con el bongosero Chino Pozo y el conguero Carlos Vidal. Rodríguez se alejó de la orquesta de Curbelo renegando de su antiguo jefe, no sin antes decirle que su trato no era equitativo, pues el timbalero Puente si podía destacarse como solista, en tanto que él no.

Para entonces a Puente ya lo conocían como Tito y sus arreglos, tan impactantes como su espectacular estilo para tocar los timbales, no pasaron desapercibidos en el ambiente latino y jazzístico. Su fama se incrementó noche a noche por el vigor que le imprimía a los temas de la tradición puertorriqueña y cubana, siempre con un toque de swing y siempre con un crescendo constante. Por eso no fue extraño que otros directores de banda pidieran su ayuda, al comienzo como arreglista y luego como timbalero.

El primero en tenerlo entre sus filas fue Fernando Álvarez, antiguo músico de la vedette Carmen Miranda, y el segundo Pupi Campo. El showman prácticamente dejó la banda en las manos de quien era considerado el mejor arreglista joven de la ciudad. Con Campo, Puente recibió el año de 1948 haciéndose a sí mismo la promesa de tener muy pronto su propia orquesta. Mientras lo podía hacer, se encerraba en su apartamento de la 53 este con la 110, se sentaba ante su piano y repasaba uno a uno los encargos que le llegaban desde diferentes agrupaciones. El que requirió más inmediatez fue el de Gabriel Oller, que necesitaba para su sello discográfico, Coda records, un tema instrumental para la mañana siguiente. A Puente no le costó trabajo escribir Picadillo, pues era una tonada que venía tarareando durante semanas.

Una tarde recibió la visita de Federico Pagani. El veterano músico, ya retirado, buscaba arreglos novedosos para algunas de las bandas que promovía, pero en medio de la conversación surgió la oportunidad de realizar el sueño de Puente. De acuerdo con los consejos de Pagani, Puente subcontrató a nueve músicos de la orquesta de Pupi Campo y fundó una banda que denominó Picadilly Boys. Pero no dejó al showman. Siguió con Campo y con su banda trabajando al mismo tiempo. De hecho, a Pagani no le interesaba que lo hiciera pues también representaba al crooner latino.

Y el debut de los Picadilly Boys fue, por supuesto, en el Palladium una tarde de domingo. Puente y sus compañeros se destacaron en seguida, pues el timbalero le imprimía a cada tema una fórmula tan sencilla como eficaz: comienzo en forma de montuno, con una percusión bastante fuerte, y en seguida, juego de riffs entre los metales. Así hasta sus solos y luego de éstos, más de lo mismo. Al escuchar eso, un bailarín, literalmente, no podía quedarse sentado. Sin embargo, Puente no duró mucho en el salón de baile de Max Hyman. En marzo de 1949 dejó a Campo y al Palladium, y se fue con seis músicos a tocar al club El Patio en New Jersey durante todo el verano. Allá estaba todavía cuando Pagani se acordó de él.

La Orquesta de Tito Puente, como fue conocida a partir de entonces, fue la que más atractivo despertó entre los asistentes al Palladium, por encima, incluso de las ya consagrada de Pupi Campo y Noro Morales. El timbalero se impuso gracias a su fórmula simple basada en una especie de swing latino y se convirtió en el rey del salón de baile, pero por un período muy breve, pues a finales de julio, la SLA, entidad reguladora que controlaba el expendio de licor y los escándalos públicos, le volvió a quitar la licencia al club de baile.

Según la denuncia de Frank Mangrella y Michael Catalano, Tommy Morton había tenido palabras injuriosas para con ellos e intentos de sabotaje en los clubes que estos regentaban. La SLA retrasó el levantamiento de la sanción hasta el 18 de enero de 1950, pero para evitar represalias, Hyman y sus socios optaron por mantener cerrado el local, hacer reformas en su interior y abrirlo al público el 17 de marzo de 1950. Fichado Tito Puente, la reapertura fue con su banda y la del bajista Julio Andino esa misma noche de viernes. Así transcurrieron seis meses, otra vez con Puente en el pináculo del lugar.

Pero a mediados de septiembre, Tommy Morton, embebido con el éxito de un negocio que consideraba suyo y en el que intentaba comprar acciones, le propuso a los dueños que el club bien podía dejar de llamarse Palladium Ballroom para ser Morton Ballroom. El empresario estaba convencido de su vital importancia como regente artístico del local y de la fama de su nombre. Hyman pensaba una cosa bien distinta y a partir de ese momento, Morton dejó de ser el hombre fuerte del Palladium y el veterano sastre asumió las riendas del negocio.

De entrada, a Max Hyman no le agradaron las cosas que las veía en el escenario y decidió hacer cambios. Tito Puente era muy bueno, sin duda, pero las noches eran largas y las pocas bandas de la ciudad que podían estar a su altura para entablar duelos sin interrupción, siempre andaban de gira. Por eso se le ocurrió contratar a una orquesta juvenil, que pudiera atraer a un público joven y al mismo tiempo alternar con Puente de manera continua. Se le ocurrió que para tal efecto el hombre más indicado era el ya muy popular Tito Rodríguez…

Perenne reverencia al maestro Tito Puente en América Latina

Fuente: Noticel.com Por: Omar Marrero

Se le reconoce uno de los legados musicales más extensos de la música latina, no solo por la abultada discografía que dejó sino por los esquemas musicales y orquestales que implantó.

El 20 de abril de 1923, hace exactamente 100 años, una pareja de puertorriqueños que había emigrado a Estados Unidos en busca de mejor futuro para ellos y para su hijo por nacer vio a su cría por primera vez y le puso por nombre Ernesto Antonio Puente Ortiz. De “Ernestito” pasó a “Tito” y con ese apodo se dio a conocer en el mundo entero.

Su talento lo ayudó a conocer a grandes músicos y a desarrollarse como uno de los mejores en el timbal, instrumento que seleccionó para darse a conocer, aunque también tocaba piano, marimba, vibráfono y saxofón, entre otros. Y así comenzó a recorrer el mundo llevando como estandarte la música afrocaribeña desarrollada originalmente en Cuba y potenciada luego en Estados Unidos (Nueva York principalmente), Puerto Rico, Venezuela, Colombia, Perú y Panamá, entre otros, países en los que hoy la figura de Puente aún es reverenciada y reconocida por sus contribuciones musicales.

Colombia lo reconoce como innovador

“Puedo manifestar del maestro Puente, que muchas de sus ideas y aportes musicales aún se mantienen, más allá del show en el timbal y del célebre ‘Oye como va’, y considero que la importancia de Tito Puente radica principalmente en ser posiblemente el primer hispano instrumentista que triunfó tanto en el mercado hispano como en el anglosajón y ser uno de los primeros percusionistas dedicado a la música popular que tenía estudios formales”, dijo a NotiCel el productor radial colombiano Robert Téllez Moreno, autor de los libros “Willie Rosario: el rey del ritmo” y “Ray Barretto: fuerza gigante”.

“Rompió esquemas trayendo la sección de ritmo al frente de la orquesta, cuando eso no era lo habitual, cambiando no solo la posición del timbal, sino también la manera de su ejecución. La posición que Puente le dio al timbal, aún se mantiene. Antes de Puente el timbal era usado solamente como instrumento acompañante en la sección de ritmo, mediante la cáscara y el baqueteo. Puente lo convirtió en un instrumento más protagonista”, explicó Téllez Moreno.

Agregó que Puente le dio visibilidad a la mujer, algo poco acostumbrado por los directores de orquesta. Por su orquesta pasaron cantantes como Sophy, La Lupe y Celia Cruz y en la década de los 90’s grabó con La India.

Aún así, Téllez Moreno entiende que en Colombia se reconoce a Tito Puente más como jazzista que como exponente de la música latina.

“Siendo Colombia un país que le rinde culto al disco (a la música grabada) se valoran y atesoran sus cientos de producciones discográficas. Entre los salseros las más apetecidas son: ‘Cuba y Puerto Rico son’ (1966), ‘Quimbo Quimbumbia’ (1969) y ‘En España’ (1971). Sucede que, aunque Tito Puente tiene una nutrida obra musical, su aporte es más de concepto que de repertorio. No hay que dejar de lado, que gran parte de su obra musical estuvo dedicada al bolero y a la música instrumental”, indicó el también productor del programa radial “Conversando la salsa” por Radio Nacional de Colombia.

“Como dato adicional puedo mencionarte que, en Cali, Colombia, dentro de los temas de ‘descarga’ más usados para las coreografías de las academias de baile están ‘El rey del timbal’ y ‘Para los rumberos’ de Tito Puente”, manifestó.

En Venezuela su legado sigue vivo

Como pasa en muchos países con la nueva generación, los jóvenes en Venezuela se enfocan en otros géneros musicales, como los urbanos, por lo que la figura de Puente es reverenciada principalmente por los adultos que siguen la música tropical.

“Tito Puente, en el pasado, venía bastante al país, en distintas épocas festivas y en otros momentos. Quizás en la actualidad muchos de nuestros jóvenes no lo conozcan debido a que otra música ha arropado a la gente que ha hecho historia”, comentó a NotiCel la periodista y docente venezolana Mercedes Sanz, integrante de la Red de Periodistas Musicales de Iberoamérica y colaboradora en varios medios de comunicación.

“Pero, en principio, a Tito se le reconoce su legado musical, que es amplio, y habría que abordarlo por décadas, discos, facetas, ya que dejó su huella en más de cien álbumes. Fue un músico que dominó una variedad de géneros caribeños y del mundo. Además, a inicios de los años 50 invitó a explorar el vibráfono en la música latina, junto a Cal Tjader y otros músicos”, indicó.

“En el uso del timbal es donde tiene sus mayores méritos, ya que le dio un protagonismo importante, así como hizo Gene Krupa (una gran influencia) con la batería. Tito hizo lo mismo, pero con el timbal desde el punto de vista sonoro, de técnicas y en la puesta en escena. Explotó al máximo el potencial de este instrumento como nadie”, opinó Sanz.

La periodista venezolana resaltó trabajos discográficos como “Puente in percussion” y “Top percussion,” y las clases magistrales de percusión que dejó con invitados de la talla de Carlos “Patato” Valdés, Ramón “Mongo” Santamaría y otros grandes percusionistas. Recordó que por su orquesta pasaron y se consolidaron o proyectaron grandes soneros como Vicentico Valdés, La Lupe y Santitos Colón.

“De tal manera, que estamos hablando de un personaje que nos dejó su impronta, a través de sus aristas musicales, que están allí. El legado nunca muere, ya que para eso están los registros sonoros y audiovisuales, para ser revisados, estudiados, difundidos y disfrutados”, manifestó.

Figura imprescindible en Perú

Mientras, en Perú aún se le reconoce como uno de los pioneros del movimiento denominado luego como “salsa” y sigue siendo una referencia para muchos músicos.

“Si bien a Tito nunca gustó de la palabra salsa, los peruanos lo identificaron siempre como uno de los pioneros de dicho movimiento y muchos de los músicos locales lo tenían como referente”, expresó el peruano Eduardo Livia, autor del libro “Eddie Palmieri: la historia del sol mayor”.

“Al igual que en otros países, a Tito Puente se le reconoce principalmente en el Perú como ‘El rey del timbal’ y como una de las figuras más influyentes de la música tropical. Él estuvo tres veces en nuestro país. La primera fue para la fiesta de fin de año de 1980 en el hotel Sheraton, la segunda fue con Celia Cruz para la Feria del Hogar de agosto 1987 y la última fue en mayo de 1995, donde realizó tres presentaciones, una de ellas gratuita en el limeño distrito de Lince”, recordó Livia, quien maneja la cuenta @discosdesalsa en la red social Twitter.

“Uno de sus admiradores fue el timbalero peruano Aníbal López, director de la orquesta La Única, quien acompañó por muchos años a Celia Cruz en Perú. En la visita de 1987, López conoció a su ídolo, quien le regaló sus timbales. Se trata de una figura imprescindible”, manifestó.

“Su vida estuvo llena de logros que hoy, en su centenario, vale la pena recordar. Su muerte, la noche del 31 de mayo del 2000, marcó el final del siglo XX en la historia de la música afrocaribeña”, afirmó.

Puerto Rico reconoce sus mayores influencias

Una de las mayores influencias que recibió Puente al inicio de su carrera musical fue la de los conocidos “big bands”, influencia que marcó muchos de sus arreglos musicales, según el productor radial y conferencista boricua Luis Guillermo Rivera Izquierdo.

“El legado más importante de Tito ha sido llevar la música tropical, todos sus ritmos, a una sonoridad de excelencia utilizando siempre como base, a mi entender, los ‘big bands’ norteamericanos. En cada arreglo de Puente ese elemento de ‘big band’ está ahí. El era fanático de orquestas como la de Duke Ellington, Stan Kenton y otros”, dijo Rivera Izquierdo a NotiCel.

“Aún en sus últimos discos, como el que hizo con Palmieri, se nota en sus arreglos ese sonido de ‘big band’. El también utilizaba en sus discos muchos músicos norteamericanos”, recordó el productor de los programas “Derecho a la música” y “Mi último bolero”, ambos por Radio Universidad de Puerto Rico.

De igual manera, dijo que fue fuerte la influencia del jazz norteamericano en el músico boricua.

“Cuando Fania trata de destruirlo, que entonces él forma su ‘latin ensemble’ con el que graba 13 discos, ahí explotó porque trae al público latino el jazz norteamericano y el jazz latino con unos arreglos espectaculares. Y algo importante: Tito nunca perdió la sensibilidad de ese arreglo original de los temas que interpretó de otras orquestas. Siempre el elemento básico de esa armonía estaba ahí”, afirmó.

Source: radioelsalsero.com