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Johnny Pacheco (1935-2021)

 La Salsa le debe mucho a Johnny Pacheco. Musical y comercialmente. A comienzos de los 60 fue el responsable del furor de la charanga en New York y, una década después, se convirtió en el líder de la Fania, la disquera que llevó el estandarte de la música afrocaribeña al mundo.

Flautista, percusionista, compositor, arreglista, director, productor, vocalista. Pacheco hizo de todo en la Salsa. Y lo hizo, casi siempre, bien.

Aunque estaba retirado hace varios años, su nombre ya era leyenda. Hoy murió.

El año 2009, en los primeros meses de La Radio de El Salsero, busqué entrevistarlo. Conseguí su número, preparé la grabadora (por si acaso) y marqué, sabiendo que tendría que convencer a Cuqui, su esposa, para que me diera el chance.

La primera sorpresa fue que el mismo Pacheco contestó el teléfono y la segunda fue que accedió de inmediato a la nota.

La conversación duró solo 30 minutos, pues Johnny tenía un compromiso previo. Solo hubo tiempo para hablar de sus primeros años y no tuvo segunda parte. A continuación les comparto el audio y la transcripción de aquella charla, uno de esos momentos felices que he tenido como salsero.

Sin duda, la historia le tiene reservada una silla especial. Estamos de duelo!

El Salsero: Maestro Johnny Pacheco bienvenido a la Radio de El Salsero por Internet para el Perú y el Mundo

Johnny Pacheco: Muchísimas Gracias Eduardo y estoy muy contento por la oportunidad de estar aquí con Ustedes vía Internet. Es un placer estar con Ustedes, especialmente contigo Eduardo

E.S.: Muchas Gracias Maestro. Este año 2009 es muy significativo para Usted porque nos enteramos que en Marzo fue homenajeado en su tierra natal, en Republica Dominicana. Usted fue merecedor de los importantes premios Cassandra y no solamente eso sino, tengo entendido que el Senado de su país le confirió un homenaje por su gran trayectoria musical. Hay un dicho que dice “nadie es profeta en su tierra” pero en su caso no es verdad, pues sus propios compatriotas lo han reconocido con esas distinciones

J.P: Muchas Gracias, la verdad que fue un verdadero honor recibir los premios que me dieron en la República después de tantos años fuera de ahí , hubo un reconocimiento que me hizo el Senado que fue espectacular, también el premio Casandra, hace cuatro años que me lo entregaron pero este año vino El Soberano que es el maximo, tengo la parejita (los dos premios) y siempre la veo.

E.S.: Sería un atrevimiento intentar en pocos minutos referirnos a toda su biografía musical. Sin embargo yo quería que me cuente: todos sabemos que usted nació el 25 de Marzo de 1935 y que su padre don Rafael Azarías Pacheco estaba con dos tíos suyos en la orquesta Santa Cecilia. Hábleme un poquito de esos tiempos en República Dominicana, en Santiago de los Caballeros.

J.P: Bueno, cuando formaron la orquesta yo todavía no había nacido, pero él me mandaba vibraciones, ya sabía que iba a ser algo serio. La suerte fue que me crié con mi padre, él me llevaba, como yo era el menor, creo que ya tenía esa vena musical, entonces él me llevaba a los ensayos, las retretas en el parque y siempre me dio el apoyo en la cuestión de la música.

E.S.: ¿Es cierto que don Rafael le regaló una armónica que fue su primer instrumento musical?

J.P: Ese fue mi primer instrumento y como a la semana y media toqué un disco que habían grabado, “Compadre Pedro Juan”. Cuando terminé de tocar el merengue mi padre dijo “este va a ser músico”.

E.S: Ese tema es un clásico de la República Dominicana, de Don Luis Alberti.

J.P: Luis Alberti era el pianista de la orquesta.

E.S.: Y dígame, ¿cuál es la razón por la que la familia decide emigrar de República Dominicana y llegar a New York a mediados de los cuarenta?

J.P: Como la orquesta Santa Cecilia era la mejor que había, Trujillo el presidente, que era un dictador, mandaba siempre a buscarla para que tocara en las fiestas privadas. Y a él le gustó mucho la orquesta y como quería adueñarse de todo, quería cambiarle de nombre a la orquesta, “Presidente Trujillo”. Y el viejo mío le dijo que no, Azarías tenía bien puestos los pantalones y se fajaron los dos a discutir y eso, y después de unas semanas le dijeron a mi padre: “la cosa no está muy bien, tienes que salir del país”. Y entonces yo le agradezco a Trujillo que por él vinimos aquí a New York donde he tenido una carrera muy bonita.

E.S: Y llega Usted a mediados de los cuarenta, adolescente. Pero al comienzo, si bien le gustaba la música, Usted quería ser ingeniero en electricidad.

J.P: Bueno sí, yo quería estudiar ingeniería porque siempre hay que tener otra cosa. Yo tenía la electrónica, pero lo que pasó fue que yo me gradué con honores y salí a buscar empleo y lo que me ofrecían era 35 dólares semanales. Lo encontraba muy poco para lo que yo sabía, pero un día cuando llegué a casa recibí una llamada para formar un cuarteto de Merengue para tocar acordeón que fue uno de los instrumentos que aprendí también. Y me ofrecieron 95 dólares por tres días con casa y comida.

Cuando llegué a casa guardé las herramientas y nunca las he sacado.

E.S.: Y así fue que la música ganó al gran Johnny Pacheco que empezó ahí con ese grupo; me parece que ahí estaba don Luis Quintero un personaje importante de la música dominicana.

J.P: Bueno, Usted está bien enterado porque Luis Quintero era el tamborero, él también estaba ahí. Era Luis Quintero, Willie Sosías y ahora no me acuerdo del cantante.

E.S: Si no me equivoco sobre Luis Quintero, él llegó a grabar algunos discos en la disquera Ansonia que era de Rafael Pérez Dávila.

J.P: Sí, él trabajaba con don Ralph. Trabajaba en el departamento de mercancías, también tocaba la tambora que es el instrumento clave para el merengue. El señor Pérez era una bella persona y le dio la oportunidad de tocar tambora. Él empezó también con Ángel Viloria.

E.S: Otro personaje importante de la música dominicana de todos los tiempos.

J.P: Casualmente estaba yo pensando que eso fue en los cincuentas que el merengue estaba en apogeo. Hay un merengue que lo cantaba Dioris Valladares que era “A lo Oscuro”; eso fue un hit grandísimo.

E.S: También Usted estuvo tocando también un tiempo con Dioris Valladares, usted creo que era conguero de la orquesta de Dioris

J.P: Yo tocaba tumbadora. Como yo tocaba tumbadora y como mi padre me enseñó a tocar clarinete, cuando venían los danzones y las danzas yo tocaba clarinete.

E.S: y se acuerda usted de ese grupo que se llamaba “Los Chuchulecos Boys”

J.P: Los “Cha-ka-Loo-Kis”, ese fue un grupo que empezamos Charlie Palmieri,  Kako, ya no me acuerdo quiénes eran, pero sonábamos muy bien y yo ya estaba empezando a tocar la flauta.

E.S: Ahí también estaba otro genio de la música como era Barry Rogers.

J.P: Bueno sí, Barry fue de los primeros que yo conocí porque estudiábamos juntos. Yo escogí electrónica y él escogió mecánica de carros. Y era buen mecánico.

E.S: También por esa época, aparte de ser músico, Usted también fabricaba instrumentos de percusión…

J.P: Yo fui de los primeros que empezó a hacer tumbadoras con una madera que nos mandaban de México. Yo tenía una pega que era increíble y yo nunca le puse aro y nunca se rompía por ahí. Y también hice unas campanas con un metal que usaban para los aviones que tenían un sonido espectacular. Empecé a venderlas y a lo mejor ellos pensaban que yo iba a ser campanero.

E.S.: Uno de los primeros grupos en los que estuvo fue de otro personaje de la época que era Gilberto Valdez, cuénteme un poquito sobre él.

J.P: Bueno con Gilberto Valdez fuimos la primera Charanga en New York. Fuera de Cuba yo creo que él fue el primero que montó una Charanga. Usted sabe, una Charanga está compuesta de dos violines o tres, con los cantantes unísonos, timbal, tumbadora y güira. Y bueno piano y bajo. Gilberto Valdez fue el primero que vio que yo estaba interesado en tocar la flauta y me dieron ese puesto.

E.S: Maestro, se recuerda mucho toda esa explosión de la Pachanga y la Charanga acabando los 50s y comenzando los 60s. Por esa época, antes que forme su propia Charanga, Pacheco y su Charanga, Usted tuvo una estadía que todo el mundo recuerda con la Duboney, con Charlie Palmieri, pero muchos no se acuerdan que antes de estar con la Duboney, Usted formó parte de un quinteto con Charlie y otros músicos como Juancito Torres, puede ser?

J.P: Bueno sí, teníamos un quinteto donde abrimos tocando en las “Montañas Judías”…

E.S: los Catskills…

J.P: Los Catskills. Nos juntábamos a tocar con el quinteto, pero lo bonito era que yo tocaba batería con Juancito y Luis Café tocaban la trompeta, Güito Delgado y Charlie en el piano. Y nos ponían los papeles para tocar a primera vista y nosotros acabábamos con ellos. Fue uno de los mejores grupos que tocó en los Catskills y de ahí vino la idea para hacer la Duboney. Formamos la Charanga y después nos dividimos porque yo tenía una idea propia y Charlie tenía la de él, de la forma de cómo atacar el género de Charanga y nos dividimos pero amistosamente.

E.S.: Eso es muy relevante en mi opinión porque en la historia de la música Salsa, de la música Latina, han habido muchas rupturas de grupos que estaban juntos y los músicos se separan y a veces no quedan en buena relación. Pero en este caso cuando Usted empezó su Charanga y se separó de Charlie fue un caso muy especial porque siguieron siendo muy buenos amigos, no hubo pelea en ese momento.

J.P: Bueno al contrario, cuando nos dividimos en vez de llevarme la música mía, (Charlie se iba a quedar como con tres temas), le di la mitad del repertorio. Le dije escoge tú lo que quieras de aquí y le di suficiente música para empezar.

E.S: Y ahí empieza usted su discografía propia, en lo que era la casa Alegre de Al Santiago con ese famoso disco con la silueta negra en el fondo naranja, que fue un record de ventas, donde estaba “El Güiro de Macorina”, de Louie Ramírez.

J.P: Bueno, eso tiene una historia y te la voy a decir breve. Yo salí a vender el disquito con el “El Güiro de Macorina” y “Óyeme Mulata” pero pasé por las casas disqueras hispanas y por poquito salgo llorando porque me dijeron que no servía, que era una porquería, que no iba para ningún lado. Pero yo nunca me di por vencido y da la casualidad que había un locutor Rafael Font que tocaba la música de Charanga como Orquesta Aragón y Fajardo. Entonces yo le llevé el disquito a él, un viernes en la noche y nada más puso el disco para ver la reacción del público y cuando lo puso, el sábado estaba todo el mundo tocando el disco. Y ya yo tenía un hit hecho. Y el domingo fue Al Santiago quel ya sabía quetenía un éxito y me dio un contrato y lo firmé. Así firmé con Alegre.

E.S: Y con Alegre usted fue tal vez el músico más vendedor de la disquera de Al Santiago…

J.P: Seguro que fui, no solo el que más vendió, sino el que le llevó a Charlie, a Eddie, el hermano, le llevé a Orlando Marín, Chivirico Dávila. Empecé a reclutar gente, porque yo quería comprar la mitad de la compañía pero Al Santiago era, pobrecito, buena gente, pero como que se enfermó del “Cócoro Miyare”.

E.S: Sí, era un personaje muy excéntrico, la gente que lo conoció decía que Al era un tipo muy bondadoso, muy buena gente pero a veces era un poquito excéntrico en su comportamiento, verdad?

J.P: Bueno, ¿excéntrico o estaba medio loco? Una vez fuimos a Puerto Rico y fui a coger el ascensor y cuando abrió la puerta estaba con saco, corbata y sin pantalones. Y me dice: “no, que se me quedaron los pantalones que van con la chaqueta y voy para la tienda a comprar”. Y así mismo salió del hotel, pasó ahí nomás un policía y por poquito lo arrestan.

E.S.: Y hablando de Al Santiago, Usted también estuvo en la primera grabación de las Estrellas Alegre, junto con Charlie, Barry, Kako y todos esos músicos

J.P.: Bueno, nosotros formamos el grupo de las Estrellas Alegre pero no me acuerdo si ese era el nombre que le pusimos; eso lo empezamos nosotros descargando. Durante los ensayos nosotros buscamos a Patato que nos hacía un “rabo encendido” en la cocina y empezábamos a tocar y a inventar con el grupo, con Charlie en el piano, Barry Rogers, Boulong Puchi, Kako… Usted debe saber más quiénes son los que me faltan, Bobby Rodríguez en el bajo, y entonces hacíamos los ensayos y todo eso para desarrollar el grupo y tocábamos sin música, era todo de oído e improvisado. Y fue muy interesante. Entonces Patato no quería tocar lo que quería era cocinar. Y entonces después del ensayo empezábamos a comer, pero la pasábamos de maravilla.

E.S: Y eso fue inspirado en esas sesiones de descarga de la Panart en Cuba en los cincuentas Eso fue un poco la idea original, verdad?

J.P: Puede ser. Porque allí empezaron con Peruchín y los grupos de Filin que hicieron en Cuba, pero también aquí eran muy populares los Jam Sessions en que se juntaban los músicos a improvisar. En cada esquina había un saloncito para tocar o un club de baile que ya no existen ahora.

E.S: ¿Usted grabó con Dámaso Pérez Prado?

J.P: Yo era el que le formaba la orquesta a Dámaso, porque yo estaba tocando la percusión con la NBC que era una de las empresas más grandes, entonces cuando venía Pérez Prado me decía: “búscame una orquesta”, y yo buscaba la orquesta de la NBC que tenía los mejores músicos

E.S: Háblenos de un personaje muy querido por todos los Salseros y que lamentablemente ya no está desde hace nueve años con nosotros, que fue su compay, Pete “El Conde” Rodríguez. Él empezó con Usted en la época de la Charanga y lo acompañó en la transición a Fania.

J.P: Bueno, para mí fue una de mis mejores voces. Lo considero uno de los mejores soneros del mundo, porque tenía una inventiva muy bonita y un tipo de voz pastosa pero también tenía un volumen increíble y como persona era “una dama”.

E.S.: Sí; Pete era muy querido y era muy gentil con todos. Con Usted formó lo que fueron Los Compadres en Fania y en fin…Hablando de Fania que es un hito en la historia de la música latina de todos los tiempos, quisiera que nos comente como fue que usted se asoció y donde conoció a Jerry Masucci.

J.P: Lo conocí a través de un amigo mutuo, le dije que yo tenía la Charanga y él le dijo a Jerry que la orquesta Aragón se estaba presentando en un sitio llamado El Ariete. Y era mentira, era la orquesta mía y entonces Jerry, que esperaba ver a la Aragón, dijo “qué va! esta no es la Aragón, quién es!”. “Bueno esa orquesta es de Johnny Pacheco” y se quedó oyendo la música y le encantó. Nos hicimos amigos y se transformó en un “gruppie” pues dondequiera que tocábamos, allí estaba él.

Da la casualidad que me vino el primer viaje a África y lo llevé y una de las cosas que pasó fue que se subió en la tarima y hacía “aguaje” con las maracas. Entonces le quité las maracas y le saqué las pepitas (las semillas) para que no siguiera, porque tocando no tenia ritmo y hacia “aguaje”. Pero desarrollamos una amistad muy bonita .

E.S: Maestro, cuénteme un detalle que poca gente conoce. Se dice que Art Ford le propuso, en pleno boom de la Charanga, una gira de promoción a nivel nacional para promocionar la Música Latina, pero que Usted no tuvo el apoyo de los empresarios latinos, quienes muy temerosos decían que eso no iba a funcionar. Tal vez eso fue un aguijón para que Usted decidiera crear su empresa su disquera propia.

J.P: Es verdad, Art Ford era el locutor número uno en la ciudad de New York. Él conocía a todos los artistas y fue el que nos presento, el día de su cumpleaños, a Nat King Cole, que después trabajé con él. Eso fue una cosa que me desencantó mucho porque para mí los disqueros que estaban en ese tiempo, pensaban “en pequeño” y yo quería hacer una empresa grande donde todo el mundo se iba a beneficiar. Nadie quiso invertir y se me cayó el negocio porque cuando yo iba a empezar con Art Ford vino Chubby Checker con el Twist y me mató la Pachanga.

E.S: Y ahí hubo un motivo más para que Usted diera el paso para algo propio como lo fue Fania con Jerry, puede ser?

J.P: Bueno ahí fue que empezó la idea porque ya Al Santiago no me pagaba las regalías y yo le dije no, yo voy a empezar lo mío y una vez le dije que yo iba a comprar la compañía Alegre y lo logré.

E.S: Allí empezó Fania con Jerry Masucci, con los primeros discos y ya no era Pacheco y su Charanga, sino Pacheco y su Tumbao, recogiendo el formato de conjunto cubano. ¿ Eso fue una transición motivada porque sintió que ya la moda de la Charanga estaba pasando o un tema de plantel de los músicos?

J.P: Es un factor de todo porque yo siempre me he considerado una persona muy dichosa, todo lo que empezaba me salía. Yo terminé la Charanga porque no habían violines que tocaran bien la música (que sin embargo yo siempre he dicho que es una música tan sencilla pero hay que sentirla). Entonces cambié: “vamos a ponerle nostalgia, vamos a hacerlo tipo sonora”. Cuando hice eso me llamaron para que empezara la Feria Mundial de Nueva York en el año 64 y me cayó de lo mas bien porque querían metales no violines y para eso formé el Tumbao. Así fue que empecé con el Tumbao y empezamos a grabar.

E.S: Y de esa primera etapa de Fania hay un disco que para mí está entre mis favoritos que es “Pacheco, his Flute and Latin Jam” donde usted convoca a una descarga con muchos músicos buenos entre ellos dos músicos de la época de la Sonora Matancera, como eran Lino Frías en el piano y Caíto, esa voz inigualable de la Sonora.

J.P: También cantó Celio Gonzales y había otros músicos más pero esos fueron los que lo iniciaron. Eduardo yo te quiero decir, hace como unos meses atrás Irizarry, que toca timbal (un buen timbalero de los que viven aquí ) compró ese disco y creía que estaba hecho en Cuba porque dice que sonaba completamente distinto a lo que se hacía en Nueva York.

E.S: por eso le digo, ese disco de “Pacheco, his Flute and Latin Jam” para mí es uno de mis favoritos, por esa sonoridad que tiene.

J.P: Bueno a mí me encanta y lo estoy recomendando porque es una cosa que yo hice distinta y allí está Bobby Valentín tocando trompeta (que en ese tiempo él tocaba trompeta y no el bajo) y Chombo Silva.

E.S: Claro, el gran Chombo Silva, el saxofonista y que también fue violinista suyo en la época de la Charanga.

J.P: Con la Charanga era violinista, él era el “Rey del Chalalá”

E.S: En unas grabaciones con El Conde se alternaba Monguito, que fue un personaje muy especial, un cantante muy particular en su manera de atacar lo cubano

J.P: Bueno lo que pasa es que a mí siempre me gustaron cosas distintas. Monguito tenía una voz que era tirando a Miguelito Cuní y una de las cosas que yo hice también fue que yo empecé con el sonido de la Sonora Matancera pero yo tenía la influencia de Arsenio Rodríguez. Lo que hice fue que le agregué el tres y entonces le metí el bongó, estilo Chappottín. Por eso el Tumbao cogió otro sabor más típico.

E.S.: Exacto y a partir de ahí Usted tiene una larga discografía propia y también recluta a jóvenes músicos que aparecían en la escena musical para su disquera Fania. Tal vez los más recordados y los más queridos fueron el binomio Willie Colón con Héctor Lavoe. En algún momento Héctor Lavoe quería a toda costa ser cantante suyo pero estaba El Conde y yo me imaginaba, hacía el ejercicio mental, de qué hubiese sido Héctor Lavoe, cantante de Pacheco en esa época.

J.P: Bueno, yo conocí a Héctor porque él iba donde yo tocaba y se sentaba en la tarima y me decía “Pacheco dame un ‘break’ que quiero cantar contigo”.

Hasta que un día me cogió por la buena y yo le dije sube y se volvió loca la gente cuando nos vieron. Y da la casualidad que yo tenía a Willie que no tenía cantante y aproveché y los uní a los dos, que es una de las cosas que en la película no la pusieron como debió ser.

E.S.: Exacto, Usted fue el promotor de esa asociación histórica para la Salsa como fueron Willie y Héctor. Usted es director de grabación de los primeros discos de ellos.

J.P: Bueno, yo hice la primera grabación y tal vez la segunda y después que yo les enseñaba los truquitos los dejaba solos. Me refiero a Larry Harlow, Ismael Miranda, Papo Lucca. Me acuerdo cuando grabé al Apollo Sound, que nomás habían tres canales y me salió un sonido increíble. Lo hice en Puerto Rico y todos los ingenieros fueron a ver cómo es que yo trabajaba eso.

Fuente: Historia de la Salsa. Por: Hiram Guadalupe
Pionero del sonido antillano 
Nacido el 3 de marzo de 1935 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, en la República Dominicana, Juan Pablo Pacheco Knitting (“Johnny”) es una de las glorias musicales del Caribe. 
Miembro de la generación de artistas curtidos en los años de la posguerra, asumió la representación sonora del sentimiento afroantillano proyectando con su trabajo las primeras grandes innovaciones rítmicas acontecidas desde mediados del siglo XX.
Desde niño, Johnny Pacheco sintió el abrigo de la música tradicional del Caribe en el seno de su hogar. Su padre Rafael, un virtuoso clarinetista que fue director de la orquesta La Santa Cecilia, considerada en los años 40 como la mejor agrupación de la República Dominicana, fue quien lo inspiró a emprender una carrera profesional en la música. 
En 1946, la familia Pacheco emigró hacia la ciudad de Nueva York luego que el respetado músico confrontó problemas con las autoridades políticas de su país, toda vez que el entonces presidente Rafael Leónidas Trujillo se empeñó en denominar la orquesta La Santa Cecilia con su nombre, situación que provocó una fricción entre don Rafael y los jefes del gobierno dominicano. 
A su arribo a Nueva York, y tras instalarse en el barrio del Bronx, el patriarca de los Pacheco empezó a tocar bailes en los salones nocturnos de la ciudad acompañando a varias de las más conocidas agrupaciones de la época. 
“Fue la primera forma de mantener la familia”, asegura el director de Las Estrellas de Fania, quien recuerda que poco tiempo después de situarse en Nueva York su padre se movió a trabajar en los barcos de la guerra como sastre, oficio que siempre desempeñó con probada disciplina y expertise. 
Johnny Pacheco supo desde pequeño que deseaba convertirse en músico, igual que su padre. Había crecido entre acordes y arrullado con las canciones más recordadas del pentagrama tradicional del merengue, lo que le había servido de inspiración para lanzarse a la osadía de continuar la senda rítmica trazada en su familia.
Cuenta que en una ocasión su progenitor lo reunió junto a sus cuatro hermanos y le hizo un examen musical para medir su capacidad de apreciación rítmica, confirmando de inmediato su talento.
“Después de estudiarnos nos dijo que el único que iba a ser músico en la familia era yo porque los demás eran sordos”, recuerda entre risas el salsero, quien recibió sus primeras notas musicales en el violín por instrucción de su padre. 
“La mejor de todas sus enseñanzas fue cuando me dijo que si quería estudiar música tenía que coger la cosa en serio”, apunta. 
Recién graduado de escuela superior y al momento de ingresar al centro vocacional del Bronx, donde adquirió preparación en ingeniería electrónica, Johnny Pacheco comenzó a estudiar clarinete y saxofón, al tiempo que se curtía en el ejercicio musical del acordeón.
En los años 50, a sus 17 años de edad y en medio del furor de las grandes orquestas caribeñas neoyorquinas, el joven músico comenzó a hacer sus primeras apariciones como instrumentista del cuarteto Los Quinteros, que luego se conoció como Los Carpinteros, y que se recuerda por la sonoridad que destilaban sus merengues en el viejo salón La Villa Pérez. 
Esa experiencia fue corta y pronto comenzó a desempeñarse en orquestas de norteamericanos tocando tumbadoras, bongó y haciendo coros.
Había cumplido sus 18 años cuando recibió un acercamiento de Los Reyes del Merengue, José Ernesto Chapuseaux y Francisco Simó Damirón, para que los acompañara en la flauta durante varias de sus presentaciones en las noches de El Palladium.
“Ellos se enteraron que había un muchachito dominicano que tocaba percusión y vientos y me hicieron una invitación. Ésa fue una experiencia increíble, sobre todo porque mis amigos me vieron en el escenario tocando y no lo podían creer. Como había aprendido a tocar instrumentos de viento y podía leer música –contrario a la mayoría de los músicos de la época que tocaban de oído–, participé en muchas grabaciones con muchos artistas y ahí es que la gente comienza a escuchar más de Johnny Pacheco”, afirma. 
Mago de la flauta y la pachanga 
   
La década de 1950 fue el periodo de formación más completo en la carrera de Johnny Pacheco. En 1953 comenzó a cursar estudios en la Juilliard School of Music y acompañaba a su compatriota Dioris Valladares en su grupo, mientras también trabaja con la banda del Willie Rodríguez. 
En ese periodo fue reclutado por Dámaso Pérez Prado, junto a quien participó en la grabación del tema “Patricia”, en lo que fue su primera visita a un estudio. 
En 1954 regresó a las salas de grabación para realizar dos trabajos musicales, uno con Chapuseaux y Damirón y otro con Dave River, al tiempo que realizó sus primeros discos de 78 rpm en compañía del grupo Ritmo del Jaque, comandado por su padre.
Un año después ingresó a la orquesta de Luis Quintero, donde permaneció hasta 1956 cuando el músico catalán Xavier Cugat lo reclutó para que lo acompañara cantando coros en una de las más portentosas bandas latinas de la época. 
Al lado de la agrupación del veterano músico catalán, Johnny Pacheco permaneció año y medio, justo en el momento de esplendor y desafío de las grandes bandas latinas de Nueva York. 
La oportunidad de codearse con los principales escenarios de la época le ayudó a prepararse para recorrer un nuevo camino en la senda rítmica, logrando participar, además, en las orquestas de Tito Puente, Stan Getz, Nat King Cole y George Shearing. 
Al arribo de 1959, Johnny Pacheco se unió a su colega Charlie Palmieri para fundar un quinteto con una propuesta musical más atinada a los ritmos del son cubano y el mambo. Su música comenzó a escucharse con fuerza por varios clubes nocturnos de Broadway y hasta llegaron a realizar una temporada musical en uno de los hoteles de veraneo que ubicaba en las montañas judías de Nueva York y que servían de centro vacacional para esa población. 
“Teníamos un quinteto y cuando fuimos a tocar a las montañas judías surgió la idea de formar la charanga, que es cuando comienzo a tocar flauta”, apunta el instrumentista.
La nueva agrupación del binomio se conoció como La Charanga Duboney y a pesar de la fuerza con que lograron establecerse en el ambiente rítmico de la época, la unión se quebró poco más de un año de formada, no sin antes grabar un disco para el sello United Artist.
“Él tenía una idea de cómo hacer las cosas y yo tenía otra. No nos encontrábamos a gusto en cómo hacerlo y dividimos. Me fui a hacer lo mío y le dejé los arreglos que tenía”, anota el afamado director.
De inmediato, el músico dominicano arrancó a organizar su propia charanga, con Elliot Romero y Rudy Calzado como cantantes. 
“Mi participación en la música, bien formado, empezó en 1959 pero reventó en 1960. Todo comenzó en (el salón nocturno) el Triton, en El Bronx, y como venía grabando con otras orquestas, tenía mi libretito guardado de lo que quería hacer y me lancé a buscar buenos músicos que pagaba de mi bolsillo porque sabía que cuando me estableciera iba a acabar con Nueva York”, cuenta. 
Johnny Pacheco recuerda que cuando asistía al Triton se comenzó a regar la voz del trabajo musical que venía desempeñando y en poco tiempo comenzó a arribar al local de baile “gente en limosina a verme” fascinada con la implantación del ritmo de la pachanga que el músico había popularizado por su contagiosa forma de bailar.
Su estancia en ese salón de baile fue el periodo de consolidación de su proyecto musical. Allí, frente a una audiencia sedienta de nuevas fórmulas rítmicas, se presentaban cuatro días a la semana, reservando los miércoles para realizar una sección de descargas junto a figuras como Charlie Palmieri, Bobby Rodríguez, Barry Rogers, Jumbo Silva, Kako Bastar y Rudy Calzado. 
“Eran descargas sin papeles, nos inventamos cosas increíbles y de ahí salió Alegre All Stars”, acota el denominado “Mago de la Flauta”, en referencia a la organización del primer junte musical en la historia de la música caribeña en Estados Unidos. 
A partir de entonces, Johnny Pacheco comenzó a trazar uno de los capítulos más fascinantes en la historia musical del Caribe, consignado en más de 70 producciones discográficas junto a los mejores vocalistas y músicos del género.
Músico con visión del futuro
El trabajo artístico de Johnny Pacheco comenzó a cobrar auge a partir de los años 60, mientras tocaba en el club nocturno Triton, provocando asombro entre los fanáticos del sabor antillano. 
Para entonces, el líder musical grabó un demo con los temas “El güiro de Macorina” y “Óyeme mulata”, que con la ayuda de un amigo logró colocar en la programación de una estación radial local “para medir la reacción del público”. 
La primera respuesta la obtuvo del empresario Al Santiago, dueño del sello Alegre, quien se le acercó y, sin pensarlo, le propuso grabar un disco. 
“Cuando me lo dijo por poco le rompo el brazo”, sostiene. 
La oferta de Al Santiago derivó en la producción “Pacheco y su Charanga” (1960), su primer disco como director de orquesta y el comienzo de una jornada musical interesante.
La producción, en la que se destaca la participación de Manny Oquendo, José “Chombo” Silva y Héctor Pellot, incluyó temas como “La melodía”, “Soy de batabano”, “Se fue para la luna”, “Óyeme mulata”, “El agua del clavelito”, “El chivo”, “La malanga”, “Sabrosa como el guarapo”, “El güiro de Macorina”, “¿Qué le pasa a mi mamá?” y “Tema de Pacheco”. 
En 1961 apareció el segundo volumen de “Pacheco y su Charanga”, con canciones como “Con su bataola”, “Caramelos”, “Compay André”, “Triste muñeca” y “Treinta kilos”, entre otras.
A partir de ese momento, el músico comenzó a destacarse como compositor y empezó a escribir cosas que estaban con un aire distinto a lo usual, como “Flavito”, “Carabine” y “Acuyuye”, este último incluido en el disco “Que suene la flauta” (1962), el tercer álbum de su serie pachanguera. 
La saga de producciones continuó con “Suavito” y “Spotlight on Pacheco”, ambas fechadas en 1963, y en el que debutó el cantante Pete “El Conde” Rodríguez. 
Para entonces, la compañía discográfica Alegre reunía un escogido de los mejores músicos de la época con Johnny Pacheco encabezando su catálogo, junto a Orlando Marín, Joe Quijano, Eddie Palmieri y Chivirico Dávila, convirtiéndose en una gran dinastía musical. 
Empero, las decisiones “alocadas” y la vida “desenfrenada” que vivía Al Santiago provocaron inconformidad en el artista, quien optó por desafiliarse del sello “desencantado” porque “no me pagaba las regalías por mi trabajo y todo era un relajo”. 
El junte de Pacheco y Masucci
Johnny Pacheco era una personalidad conocida en el ambiente musical neoyorquino cuando conoció al policía y abogado judío Jerry Masucci, junto a quien fundó la casa discográfica Fania. 
El encuentro se produjo por mediación de un amigo común, José Flores, que convidó al abogado, amante del trabajo de la orquesta cubana Aragón, a escuchar a Pacheco en un club de Manhattan. 
Días después, el “Mago de la Flauta” acudió donde Masucci a solicitar sus servicios como letrado en un caso de divorcio. En aquella ocasión, la conversación se tornó amigable y musical y, al notar el interés de su abogado, Pacheco le propuso la idea de fundar una compañía discográfica porque, cuenta, “ya me habían engañado mucho y dije que ya era tiempo de hacer lo mío”.
“Yo quería una familia por compañía y eso fue lo que logré. Al principio no teníamos dinero y tomé $2.500 prestados y con ese dinero hicimos el disco ‘Cañonazo’ y todo lo que recuperamos lo poníamos en un bolso y empezamos a firmar gente hasta que creció la compañía”, narra el músico. 
La empresa se denominó Fania, un nombre que, según el artista, derivaron del tema cubano “Fanía Funche”, que aparece en el álbum “Cañonazo”. 
“Vimos que la palabra Fania era una cosa que la podían decir los americanos y todo el mundo. Era bien comercial y no fallé”, anota. 
La segunda producción del músico con su nuevo sello fue “Pacheco en la Feria Mundial” (1964), un proyecto en el que comenzó su cambio armónico alterando la combinación del conjunto típico por el de una orquesta, sustituyendo los violines por trompetas. 
Ese disco fue el resultado del trabajo que realizó el artista durante sus presentaciones en el Pabellón del Caribe, en medio de la celebración de la “Feria Mundial de Nueva York”. Junto a él se encontraban Alfredo “Chocolate” Almenteros, Julio Andino e Israel López “Cachao”, entre otros.
Con esa producción su empresa comenzó a devengar más ingresos, lo que facilitó su despegue y el reclutamiento de las nuevas figuras musicales que tronaron el ambiente sonoro afroantillano de Nueva York desde finales de los años 60, bautizado como “salsa”. 
Jefe del sonido salsero 
El maestro Johnny Pacheco es una de las figuras más importantes en la historia de la salsa, con una amplia y exitosa carta de trabajo como productor, músico, arreglista y director. 
Su arte y creatividad se distinguen por su desempeño como propulsor de la pachanga en el ambiente musical neoyorquino desde temprano en la década de 1960, mas su mayor reconocimiento está atado a su labor como uno de los creadores de la salsa y a su gesta al frente del junte artístico más impactante en la música antillana de los años 70: Las Estrellas de Fania. 
“Lo primero que hice fue que revolucioné Nueva York cuando pegué la pachanga. Antes las orquestas doblaban y hacía falta algo nuevo en el ambiente y lo logré con mi charanga”, sostiene el también cofundador de la empresa discográfica Fania.
La pachanga, en tanto expresión musical –creada en Cuba por Eduardo Davison y surgida de la combinación armónica de trompetas, trombones y saxofón con la percusión– halló su mejor interpretación en las orquestas de charangas del ambiente neoyorquino sombreadas de un ritmo más rápido y sincopado que contagió a los bailadores. 
En un principio, su exposición se logró bajo el auxilio del trabajo de Ray Barretto y su orquesta La Moderna, Charlie Palmieri y La Duboney, Joe Cuba y su Sexteto, la Charanga Broadway, Orlando Marín, el Sexteto Playa, José Antonio Fajardo, Belisario López, Joe Quijano y Johnny Pacheco. En cambio, al tiempo que fue agarrando auge entre los seguidores de la música afroantillana, la pachanga fue acogida por las grandes orquestas de la época como las de Frank Pérez Grillo (“Machito”), Tito Puente y Tito Rodríguez, elevando su sonoridad. 
“La pachanga es un ritmo neoyorquino, el segundo gran ritmo después del cubop, desarrollado por los latinos en la Gran Manzana. Es a la salsa lo que la milonga al tango. Los salseros bravos son, antes que nada, pachangueros”, sostiene el músico y pedagogo Manuel Antonio Rodríguez en su escrito “El reinado de la pachanga”. 
 
Portavoz del sabor Antillano 
Aferrado al sonido del son montuno, con el sabor que imparte la armonía del conjunto tradicional, Johnny Pacheco se coronó como uno de los más fieles exponentes de la música caribeña a la altura de la década de 1970. Fue un gran visionario y un afanoso trabajador del ritmo, siempre confiado del valor del sonido latino. 
Como empresario, tuvo la intuición necesaria para identificar el mejor talento de la época junto al que armó la batería de artistas que le dieron vida a su empresa discográfica, Fania.
Primero reclutó a Larry Harlow, seguido por Bobby Valentín, Ray Barretto y Willie Colón. Un colectivo que en poco tiempo se constituyó en la realeza musical neoyorquina, Las Estrellas de Fania, que más allá de su valor artístico, asumió la representación del sentimiento antillano volcando en sus melodías las historias cotidianas y los reclamos de reivindicación social vertidos desde la diáspora.
“Una de las cosas por las que me siento orgulloso es haber formado Las Estrellas de Fania. Los latinos nos apoyaron de una manera espantosa y ahí fue cuando todos dijeron esta es nuestra cosa”, anota el músico, al tiempo que recuerda los grandes encuentros que organizó con este colectivo, como la reunión del Red Garter en 1968, la presentación del salón Cheetah en 1971 y el famoso concierto del Yankee Stadium en 1973. 
Subraya que como la mayoría de los integrantes de Fania habían sido criados o nacidos en Nueva York estaban bien influenciados por el jazz y la música comercial norteamericana, lo que incidió sobre las modificaciones rítmicas que se depositaron en la base del son montuno, con acordes más progresivos y que a la sazón se conoció como salsa.
Como líder de orquesta, Johnny Pacheco continuó su trabajo creativo al lado de Pete “El Conde” Rodríguez, quien le aportó a su propuesta musical su tono de voz áspero y experimentado, aunque la pareja se mantuvo separada en varios momentos. 
En la historia de este binomio se resalta las producciones “Sabor típico” (1966), “Volando bajito” (1968), “La perfecta combinación” (1970), “Los Compadres” (1972) y “Tres de café y dos de azúcar” (1973). 
En 1974, Pacheco aparece con un trabajo maravilloso junto a la cantante Celia Cruz, que fue, a su vez, la punta de lanza de su carrera como salsera. Un año después produjo “El Maestro”, junto al vocalista Héctor Casanova, el sonero que sustituyó la salida de El Conde Rodríguez y con quien ha grabado grandes éxitos musicales. La lista de producciones que marcó su trayectoria en el transcurso de los años 70 es inmensa, resaltando su junte con Justo Betancourt, Celia Cruz y Papo Lucca y sus reencuentros con El Conde, recogidos en una saga de excelentes álbumes que recorren un largo tramo hasta finales de la década de 1980. 
En el repaso de su fructífera carrera es importante señalar su faena como productor discográfico, renglón en el que refulgió por su visión y su talento musical. También destacan sus arreglos y composiciones, que superan las 170 piezas grabadas, entre ellas “Mi gente” y “El Rey de la puntualidad”, interpretadas por Héctor Lavoe; “Quítate tú”, de Las Estrellas de Fania; y “El guabá”, en voz de Celia Cruz. 
Ante todo, este gran maestro del arte sonoro –que concibió las Estrellas de Fania en un proyecto de Latin Jam originado en 1964– entiende que el secreto de su éxito musical está en la sencillez.
“No es necesario escribir 20 mil notas para expresar algo, el reto es con poco, hacer mucho”, dice, quien en su fórmula musical une el sonido del piano y el contrabajo con el tres, en un matrimonio rítmico que tocado con precisión hace que suene imponente, como demuestra en su más reciente álbum “Entre amigos”, lanzado al mercado hace unos meses con el sabor que siempre le ha caracterizado.

Source: radioelsalsero.com